Marcel y Raymond ya tienen más de ochenta años pero siguen trabajando duro al cuidado de sus ovejas y demás animales. Sin embargo, los años no pasan en balde y, día a día, observan como sus rebaños son cada vez más pequeños, los pastizales se llenan de matojos y sus huesos se empeñan en hacerles la puñeta. Además, la mujer de su sobrino no hace más que reprocharles su falta de higiene. A Germaine y Marcel ya sólo les quedan dos vacas y Daniel es el único de los seis hermanos que ha permanecido en el pueblo al cuidado del ganado. Todos ellos forman parte de un modo de vida en estado de coma que se resiste a desaparecer. Ellos son los vestigios de nuestro pasado.