Cuando pensamos en el narcotráfico, tanto en su estructura criminal como en las personas que trabajan para acabar con ello, visualizamos generalmente a hombres. Sin embargo hoy, y desde hace tiempo, la droga es también cosa de mujeres. Tradicionalmente, mas allá de la mítica Reina del Sur, el papel que la mujer ha ocupado en las organizaciones criminales de la droga es un papel menor, casi siempre como mula, engañada; casi siempre víctima, al servicio de los hombres… Enfrente, una joven agente con coleta recién salida de la academia. O una funcionaria con su oposición recién aprobada y ganas de hacer justicia. O como máximo una inspectora que rompe moldes entre zancadillas de compañeros inseguros o antiguos que, todavía dominados por el machismo, se sienten amenazados. Siempre hombres, siempre mujeres a su servicio. En otros tiempos probablemente fue así pero la realidad actual cuestiona muchos de estos estereotipos.